

5 ene 20231 Min. de lectura
A veces soy de humo, como la pluma que me escribe. Son esas veces en las que me puedo expandir por los aires o deshacerme con un suspiro. Algunos me llegan a confundir con las nubes, incluyo yo mismo terminé por pensar que era una más, porque suelo perderme entre ellas, soplando mis vértigos, huyendo de los pasos que no logro dar, y olvidando el peso de mi cuerpo sobre la tierra. Pero nube no soy, aunque pueda llorar tempestades, apagando la fuente que me hizo nacer; nube no soy ni seré, pero quizá un día pueda ser barro, cuando se deshaga la escarcha que cubre mi pecho de ceniza.
Proverbios y cantares,
tras un rayo que no cesa.
Palomitas sin palomares,
como nanas de cebollas;
o gitanos sin canasteras.
El cigarro que vuelve a
alumbrar el camino.
Y en la mesa, unos camarones
que murieron para ser la tortilla
que otros cenan.
Estoy hecho de vuestro esfuerzo,
de la sal de la tierra,
buscando la rima bajo mis pies;
camino sobre los versos sin nombre
construyendo mis aceras.
Soy el recuerdo que engendro
cuando os leo en los atardeceres
de mis días grises.
Eres sal y agua, brillo y marea,
la luz que nadie contempla
bajo la casualidad del eclipse.